(Entrevista en la presentación de enfermo, Un solo encuentro.)
La entrevista clínica es un dispositivo que supone inventar el lugar que lo permite cada vez y en cada caso, invención en la que el analista pone en juego tanto su palabra y su cuerpo. El desafío cada vez es introducirse de forma sutil, en el que dejándose usar, lea y localice en esos trazos desplegados de goce, aquello que haga corte, devenga un sujeto el cual logre un reordenamiento del desborde de goce, a fin de limitar las consecuencias.
Miller en el texto de La psicosis ordinaria, en el apartado “del psicótico al analista”, toma como certera la tentativa de Angers, la cual plantea que la posición pareja analista -analizante, se trataría más de lectura de la lalengua que, como sabemos, no es instrumento de comunicación. Por tanto, (es) la invitación a pensar a un analista en la posición de aprender lalengua del paciente.[1]
Desde esta orientación indicada por Miller, respecto de aprender la lalengua del paciente, nos pareció interesante el desarrollo que hace Vicente Palomera respecto a una pregunta que formula en estos términos: “¿Cómo definir este tipo de operación que no tiene la forma reflexiva, ni la expresión formalizada, ni la progresividad rigurosa de los saberes transmisibles?”.
Palomera en su intento de responder, se sirve de la enseñanza de Freud en cuanto algunos ejemplos paradigmáticos productos de los casos que le llegaban a través del control. Destacamos el «caso Marton» de Sandor Ferenczi, frente al que Freud se muestra pesimista porque la paciente se situaba más allá́ de los límites de la influencia del dispositivo analítico.
Freud señala que, a pesar de todo, se podía hacer un tratamiento discrecional, indicando“que el caso podía instruir al psicoanálisis. En el caso sugiere lo siguiente: «Para hospitalizarla convendría utilizar de nuevo la ficción que ya fue puesta en funcionamiento: el enfermo es el marido que ella también observa.
Al cabo de dos meses se le podría anunciar que su marido ha sido transferido y proseguir el tiempo que fuera posible la experiencia, situándose en el terreno del delirio. La influencia no es posible más que a partir de aquí́, jamás a partirde la lógica». [2]. De esta sugerencia podemos extraer que Freud indica hacer uso del delirio que aporta la paciente y sin búsqueda de una lógica, ni cuestionamiento del mismo, hacer avanzar el tratamiento.
Palomera en su texto acentúa algunas de las enseñanzas que Ferenczi supo extraer de los controles realizados con Freud, los cuales son orientadores en la clínica de la psicosis, entre ellos:
“Primero: no discutir de análisis con el paranoico.
Segundo: aceptar con precauciones sus ideas delirantes, es decir, tratarlas como posibilidades.
Tercero: se puede lograr una cierta transferencia haciendo uso de alguna cualidad del paciente.
Cuarto: estos enfermos realizan siempre la mejor interpretación de sus sueños. En general los interpretan muy bien (por carecer de censura).
Quinto: es difícil conducirlo mediante la discusión a más de lo que él mismo quiere.
No obstante, si está de buen humor es condescendiente a hablar de ideas que se le ocurren (así es como conciben el análisis). Lo más importante se averigua en el transcurso de estos intentos, pero no es fácil saber a qué atribuirlo. Si se advierte que empieza a sentirse herido, se le debe dejar asociar según su método.
Sexto: el paranoico no soporta que se le cite su «inconsciente», él no tendría nada «inconsciente», porque se conoce perfectamente. En realidad se conoce mejor que los no paranoicos; lo que no proyecta le es perfectamente accesible. “[3]
SERVIRNOS DEL ARTE
En continuidad a la pregunta: “¿Cómo definir este tipo de operación que no tiene la forma reflexiva, ni la expresión formalizada, ni la progresividad rigurosa de los saberes transmisibles?”, Palomera encuentra que la operatoria que asume Freud es la forma del autohacer, metaforizada en la figura del bricoleur para aquellos casos de psicosis en la que no hay respuesta a la influencia terapéutica.
La figura del bricoleur la introdujo Levi Strauss para equiparar la imagen del pensador “primitivo” como artista bricoleur, precisando que éste utiliza lo que tiene a su disposición como materiales o enseres domésticos dentro de un inventario para realizar un trabajo.[4]
Añade: “el bricolaje, no procede de un proyecto coherente- para el bricoleur se trata siempre de una intervención puntual y ocasional- ni de un saber especifico, reutiliza los materiales que encuentra y que estaban destinados a otros empleos.
Los resultados son inciertos, nunca son idénticos, y, por lo tanto, son difícilmente reproducibles.
Lo esencial es que los objetos que poseen un significado en el lenguaje normalizado pueden obtener un nuevo significado, y ser objeto de nuevos usos.”[5[
UN ANALISTA DEL BRICOLAJE
Desde esta reflexión, un analista del bricolaje en el caso por caso, va en contra de lo que normativiza. En tal sentido, se desplaza del Uno social de la estandarización en cuanto a convertir a un sujeto como un objeto más proveniente de un estándar.
En su acto, al no proceder de un saber especifico cuestiona el sentido común de las palabras y pesca en ellas la que cada quien le otorga a las cosas para entrever la posición subjetiva que el sujeto asume frente a las situaciones. Limitación a la que se ve expuesto el analista ubicado en la comprensión por el sentido común.
En el mismo orden, Lacan durante muchos momentos de su enseñanza nos orientó frente a lo real indicando la distancia que fija el analista cuando, en acto, se separa del lenguaje del que se habla, y precisa colocar la brújula en “el no comprender” pues, al
momentoque comprendemos tratando de significar y más específicamente en el tratamiento de la psicosis, quedamos como lo dice Vicente Huidobro-poeta chileno, “vecino de la ciudad” en tanto lengua común.[6]
En tal sentido se rescata una precisión que nos acerca Guy Briole para entender que la lalengua no es instrumento de comunicación y que cobra importancia en la orientación para una entrevista única dentro de una institución, y refiere a: “en la psicosis, no se trata de un dialogo, sino un monologo del sujeto consigo mismo, se toma a sí mismo como otro. Entonces un analista para incluirse en él, se borra, no intenta dialogar o integrar según los ideales propios, implica mantenerse en una posición de “prudencia ilustrada”[7], o lo que conocemos con Lacan, una docta ignorancia.
El desafío de la entrevista clínica desde la propuesta de la figura de un analista del bricolaje brinda, entre otras consideraciones, una enseñanza de como servirnos del arte al momento de aproximarnos a la psicosis.
En tal sentido convoca a un analista que, con su cuerpo, se deja moldear y usar sin la búsqueda de una coherencia lógica en cuanto a las piezas sueltas del material presentado y que, al no intentar dialogar, se borra y se deja enseñar del autohacer de ese sujeto en cuanto a sus invenciones y sus delirios.
Un analista que, con sus palabras, produce cortes desde una prudencia ilustrada, la cual pondera y sopesa aquellas soluciones que más alivian a ese sujeto y, como añadidura, suma con su hacer, claves de tratamiento al personal encargado en la institución.
[1] Miller, J. A., Las psicosis ordinarias. Paidós Ediciones, Bs. As. 2015,.
[2] Palomera,V., Pioneros de la psicosis, Editorial Gredos, S,A Madrid, 2014.
[3] Íd
[4] Íd
[5] id
[6Huidoro, V.,Manifiesto, La Poesía
por Vicente Huidobro
(Fragmento de una conferencia leída en el Ateneo de Madrid, el año 1921 ).
[7] Briole, G., Monologo compartido con la locura . Grama edicione