El a-bordaje en la sexualidad

En estos últimos tiempos, observamos una proliferación por exhibir los diferentes modos de gozar, una especie de masificación con el discurso actual de la época. Tal como el “avatar”, identidad virtual que se utiliza en las redes por el que alguien se hace representar y hacer lazo, el empuje al destape sexual, constituye otro modo de hacerse un lugar y vincularse a otros. Esto pareciera indicar que, respecto a la sexualidad, todo esta dicho y develado a la orden del día, es decir, a “la carta”. Por un lado, coloca en escena la creencia que sobre la sexualidad se tiene un saber, ya conocido y por otro, supone un cuerpo reducido a la biología que se complementará según la forma escogida, cualquiera que sea, en forma armónica y satisfactoria[1].

Pensar la sexualidad, es como lo muestra el poema “No meio do caminho”, de la Antología poética de Carlos Drummond, cuando nos dice en el mismo que es el obstáculo lo que hace existir el camino, así mismo, para el psicoanálisis, es la repetición[2] en los avatares de la sexualidad lo que hace existir el síntoma.

El sexo en tanto enigma para cada quien  responde a una satisfacción pulsional comandada por el goce, para lo cual,  la satisfacción no requiere del vínculo con el Otro y mucho menos, conlleva a la armonía. En tal sentido, hay soluciones singulares en la sexualidad como respuesta de un sujeto a las vicisitudes de lo real.

En otras palabras, y parafraseando  el poema, es porque hay el agujero y, por ende, inexistencia de la relación sexual, lo que hace existir el síntoma como una forma de abordar al Otro, al Otro tachado, al Otro vacío (A/). De manera que los semblantes, la comedia de los sexos y las modalidades de emparejamiento se harán existir, en sus intentos de abordar o acceder al Otro sexo. Amor y goce constituyen las formas generalizadas de la perversión de lo cual resulta “una invención particularizada del objeto (a) en el lugar de la suplementación del  A/ “[3]. Así mismo, las condiciones de amor en la elección de objeto, para los dos sexos, se inscriben en el lugar exacto donde no hay la relación sexual. En este intercambio, el poder que se coloca, en la dialéctica del amo y del esclavo regulan el goce de tal manera, que la pareja se torna medio de goce.

La elección de objeto en la sexualidad masculina se fija como objeto fetichizado, en forma parcial articulado al falo, tal como lo muestra Freud en su artículo de 1927 “el brillo sobre la nariz “y también en “la empleada en una posición agachada” en el Hombre de los Lobos.  A diferencia del hombre que se constituye del lado del goce en detrimento del amor, en la sexualidad femenina se tratará de gozar por vía del amor. La demanda infinita femenina como forma de medir el amor al Otro se constituye en forma absoluta, tal como lo muestra Freud en el caso de la joven homosexual, “decepcionada por la falta de amor del padre, empieza a demostrarle que es amar, y que para amar no necesita tener, por lo que intentará la relación conectándose al deseo del Otro”[4]. En ese extravío del límite, adquiere la forma erotomaníaca.



[1] Bassols, M. https://elp.org.es/enigmas_del_sexo_por_miquel_bassols_barc/

[2] Miller, J -A., El hueso de un análisis, Edit. TRES HACHES, Buenos Aires, 1998

[3] Miller, J-A., Lógicas de la vida amorosa, edit. Manantial, Buenos Aires, 2015

[4] Ídem, pag15


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