Dos registros: deseo y goce en la melancolía


La investigación en la psicosis, orientada por la enseñanza de Lacan, tiene como eje fundamental el dejarse enseñar por el caso en la experiencia de la práctica clínica, sinergia necesaria que pone en juego el abordaje teórico y clínico. Dicho intercambio continuo coloca en tensión fenómenos actuales que se presentan en la práxis respecto a lo ya establecido y su utilidad  en la época actual. En tal sentido la teoría se reactualiza a la luz de la clínica de hoy. Dejarse enseñar por el caso revierte la posición analítica y afina la escucha como una herramienta crucial para tomar no solo la palabra expresada con el verbo sino todas sus otras manifestaciones, sobre todo el cuerpo hablante que al ser atravesado por los afectos y las pasiones nos habla a través de él. Laurent lo refiere: “Lo hablante del cuerpo es el modo por el cual el cuerpo no cesa de irrumpir mediante significaciones personales, significaciones de goce que damos al lenguaje que nos atraviesa.” [1]

El cuerpo en la melancolía, podríamos decir,  muestra de modo aparatoso el problema de la relación del parlêtre sin  el control del  cuerpo. Un cuerpo disminuido a un desecho con un acotamiento  extremo en la movilidad por la cual cada acción, cada actividad se torna excesivamente complicado.

En las correspondencias con Fliess, en el Manuscrito G de 1985, Freud refiere la inhibición psíquica en los estados melancólicos, representada como un desangramiento interno, como “si la excitación se escapara por un agujero psíquico”. En este sentido los ubica en el lugar de las afecciones narcisistas, destacando que el yo queda asignado al lugar opaco del objeto como producto de una especie de identificación fallida al no darse la inscripción de los rasgos del objeto, es decir, no hay reversibilidad de la libido entre la imagen y el cuerpo. [2]

Cuando Freud habla de empobrecimiento libidinal y pérdida de energía pulsional, alude precisamente a la ausencia  de lo que Lacan denominó un sujeto deseante, lo cual, así como el cuerpo no va de suyo, el sujeto deseante se produce como resultado de una sucesión de tiempos lógicos que principalmente articulan,  por un lado, los efectos que el Otro tiene sobre el sujeto y  también al deseo como una operación que deviene como resto de la satisfacción originaria que deja algo perdido por estructura y que se desordena constantemente, ya que siempre se da una especie de confrontación entre ideal y pulsión. Un cuerpo deshabitado  de deseo, en el caso de la formulación psicótica también tendrá que ver- y  no menos importante-  con la insondable decisión del ser, descrito por Lacan en “La causalidad psíquica”, en donde dice: “De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables”[3].

“La enfermedad del deseo”[4], expresión utilizada por Álvarez J, para  referir en forma condensada a la melancolía, trata de un sujeto al que no le soplaron un deseo. En tal sentido, si bien  el deseo tiene la función de hacer operativa la falta en el sujeto, su otra cara es  la de ser una barrera contra la pulsión de muerte, ya que hace de la falta estructural un motor que empuja a que el sujeto sea capaz de hacer cosas con su vida, orientadas a intentar dar sentido al enigma de su deseo y, a la vez,  funciona para soportar la angustia de descubrir que no hay manera de satisfacerlo.

La  formulación melancólica generalizada podría pensarse dentro de las denominadas  clínica del vacío, siendo la pulsión de muerte lo que comanda como efecto de un fracaso de la acción de la función paterna como “portadora de deseo, savia vital sin la que el cuerpo del sujeto no alcanza a falicizarse para convertirse en causa de deseo“[5]. Este pasaje por el deseo permite pensar que la articulación cuerpo y deseo en el territorio de la psicosis, si esta no es extraordinaria, a veces como signo nos da la pista de estar en ese terreno, el gran esfuerzo que alguien hace por intentar encontrarle un uso corriente a su cuerpo, o más bien, esta desconexión de la corriente de la vida como uno de los signos discretos característica de la Melancolía que da cuenta del rechazo del inconsciente y por ende del Otro.

En el campo de las pasiones que atraviesan el cuerpo, articuladas con lo real del goce, Lacan las introduce en el texto de televisión, 1973, para referirse a la tristeza y a la manía como una aproximación a las pasiones del  parlêtre.  Entendiendo  estas “como algo que se apropia del cuerpo, que se le impone tal como la excitación jubilatoria”. En tal sentido, en el caso de la melancolía,  sus  pasiones fundamentales: la pasión al dolor e ignorancia del objeto a, como  su modo particular de tratamiento de lo real[6].

La formulación que nos propone Miller respecto a la melancolía y la manía es  el binario  Alienación- Separación de Lacan. Dirá que la melancolía estaría del lado de la separación, el sujeto se separa de la cadena significante en cuanto al objeto a, por el recubrimiento de dos faltas (Una falta se debe al defecto central en torno al cual gira la dialéctica del advenimiento del sujeto a su propio ser en la relación con el Otro y, la otra falta,  la falta real, anterior, que ha de situarse en el advenimiento del ser viviente, en la reproducción sexuada).  La manía estaría del lado de la alienación.[7]

Tomaré un extracto de una entrevista realizada por Miller del “Caso Persona”, de la presentación de enfermo en el marco de la Sección clínica de Paris Saint-Denis, en el hospital de Val-de Grace[8].

Se trata de una mujer de 50 años, una hija, divorciada, con un historial de 4 intentos de suicidio iniciados desde los 17 años, motivo por el cual a sus 50 es hospitalizada. Ubica el inicio de las depresiones a los 13 años cuando la abuela enferma y la madre acude al cuidado de ésta dejándola sola, aludiendo una complicidad alcohólica entre la madre y su abuela. Inicialmente el desamarre a la vida lo expresa así: “Todas las mañanas cuando me despierto, no siento ningún deseo, deseo de vivir, me afloran las angustias”. Durante la entrevista, resuena un sujeto arrasado por lo Real.  Goce como padecimiento en el abandono, la soledad y la falta de amor,  lema que repite como bloques que caen en un pozo sin punto de capitonado y enunciación. Respecto a la soledad, la paciente refiere que es ella la que se aleja de los otros y que por ello está en falta, castigándose con esa desaparición- paradoja de una soledad propiciada- a la que el entrevistador no deja  escapar y la paciente responde: “es como un suicidio permanente”; perla que abrocha el caso. El suicidio permanente- como lo destaca Miller- al lenguaje lo refiere en cuanto no hay un relato, los significantes caen en un vacío y no son resignificados. También en cuanto a la alienación-separación, el suicidio permanente lo deja entrever en el cuidado que se tiene en no continuar en la cadena, sino más bien separada de ella, marcado justo en el deseo de nada. Por otro lado, su ubicación al desecho a nivel del cuerpo y como objeto caído de la cadena significante al no poder aferrarse a ninguno de los rasgos de ese objeto y por tanto ausente el goce fálico, queda exento  de lo que Freud llama el Trieb más fundamental, el  amarre a la vida, por tanto, arrastrada a la precipitación suicida.

Puedes encontrar este artículo en: https://bit.ly/3coJuGp


[1] Laurent, E., “El cuerpo hablante: El inconsciente y las marcas de nuestra experiencias de goce” Entrevista realizada por Marcus André Viera. Congreso AMP. Brasil 2016. http://ampblog2006.blogspot.com/2016/05/el-cuerpo-hablante-el-inconsciente-y.html

[2] Freud, S., Obras completas: “Fragmentos de las correspondencias con Fliess” (1950).Tomo I, Amorrortu editores,  p239-246

[3] Miller, J-A., Causa y Consentimiento, Ediciones Paidós, Buenos Aires, 2019.

[4] Álvarez, J. M., Espacio La Otra Psiquiatría, “Conferencia sobre Principios de una psicoterapia de la psicosis”, Curso superior de PsiquiatríC (UBA) Sede Hospital Tobar García. 16 Diciembre 2020.

[5] Consenza D., Prólogo  a la segunda edición en libro Psicoanálisis de la anorexia y bulimia, sobre nudo anoréxico, de Nieves Soria: Del Bucle, Buenos Aires, 2016.

[6] Laurent E., Los objetos de la pasión, TRES HACHES, Buenos Aires, pp 82-83

[7] Miller J A., Variaciones del humor, Ediciones Paidós, Buenos Aires, 2015. P.154.

[8] Miller y otros autores, Fundamentos de las entrevistas clínicas de orientación lacaniana, compilación Viviana Verger, Ediciones Parole, año 2020. Pp 69-83.


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